jueves, 21 de marzo de 2019

Embarazada... y todos hablan

A la gente le fascina hablar de aquello en lo que tiene experiencia, propia o cercana, o de lo que cree saber y si se trata de un tema cotidiano o "normal", mejor aun. Y en el tiempo en que decidí hacer público mi embarazo -el cual ya comenzaba a notarse- escuché una infinidad de veces la frase "disfruta tu embarazo".

¿Disfruta? ¿En serio? Cada vez que alguien me decía frases por el estilo, me daba ganas de responder: 
"¿Qué quieres que disfrute? ¿Que la ropa no me queda? ¿Que tengo náuseas todas las mañanas? ¿Que estoy subiendo de peso? ¿Que no tolero el olor de la grasa o del huevo? ¿Que no puedo beber alcohol? ¿Que me estoy gastando un dineral en pagar la clínica para el parto? ¿Que no tengo ganas de que mi novio me toque?" 
Pero, por conveniencia social, solo sonreía y daba las gracias a las felicitaciones fuera de lugar.

Mes 4: Preguntas y más preguntas.

Comencé a leer y ver vídeos informativos sobre las etapas del embarazo y el desarrollo de este mes a mes para hacerme más consciente de aquello que estaba ocurriendo en mi interior, todo esto en un decidido intento de terminar de tragar la noticia.

Mi novio me pidió matrimonio. Comenzamos a buscar nombres en ambos sexos. Debatíamos estilos de crianza. Escuchaba los consejos de mi mamá... Pero nada, absolutamente nada de todo por lo que estaba atravesando me quitaba de la cabeza la idea de que "debí cuidarme más". Y vaya que hice de todo para no sentirme mal, para mantener el buen ánimo y que nadie supiera siquiera una pizca sobre cómo me sentía realmente.

Mes 5: Llega la pegada.

Diciembre. Mi jefa, en ese entonces, me informa que no me renovará el contrato bajo ciertas premisas legales que la avalaban y no tenían conexión alguna con el tema del embarazo; pero , "por debajo de la mesa", sabía perfectamente que ése era el trasfondo del asunto... que tal pegada.

Sin dinero y con la seguridad de que no encontraría trabajo por el tiempo de gestación que llevaba, comenzaron a surgir más ideas negativas: no tendría cómo pagar la clínica, ni con qué organizar la boda, ni forma de mantenernos en una mudanza... Así que eliminamos la clínica, zurrándome en las advertencias de mi familia.

Mes 6: Siguen los cambios.

Los cambios físicos se enfatizan, los emocionales también: mis hormonas están revueltas, no tengo paciencia con nadie, lloro muy seguido, todo me pone de mal humor, necesito cariño y ser engreída pero no lo pido porque el orgullo es lo único que se mantiene intacto... mientras tanto, el año se va terminando y me voy volviendo consciente de que, en cosa de un mes o más, no tendré trabajo, no haré más aquello en lo que, por fin, había encontrado satisfacción... Pero no me iba a deprimir pues le hace daño al bebé.

Fin del segundo trimestre. 

martes, 19 de marzo de 2019

Embarazada... ¿yeeei?

Desde que me enteré de que estoy embarazada, surgió en mí la típica frase de toda mujer que debe enfrentarse a un embarazo no planificado: "la cagué... ¿y ahora?" 

Yo soy católica y mis creencias son bastante firmes, aunque respeto todo tipo de pensamientos y también pongo en duda ciertos temas de mi Iglesia -de la cual, seguramente, escribiré en otro post-, no pensé en abortar; así que no me quedó otra más que "apechugar" y "darle pa´lante"... y vaya que no es fácil.

Mes 1: Cuesta aceptar.

¿Embarazada yo? Pero todavía no quiero hijos. 
A este punto, aun no había comenzado mi segunda carrera -si sueles leer mi blog, sabes que estudié por presión y no por vocación-, no me encontraba estable en mi trabajo, la relación con mi pareja recién volvía a tomar forma y llevaba no más de una semana desde que mi psiquiatra me dio de alta... y ahora estaba embarazada.

Mes 2: Comienzan los síntomas.

Si bien. en el mes anterior, mis problemas fueron meramente emocionales y aun no habían sido resueltos, comenzaron los primeros síntomas para hacerme recordar que sea lo que fuera que piense, la cosa ya había tomado rumbo y no me quedaba más que ir aceptando poco a poco todo lo que fuera sucediendo.

Entonces comenzaron las náuseas matutinas, el súper desarrollo de mis sentidos y los cambios de humor sin razón aparente. Gracias a Dios que no vomité, que vergonzoso hubiese sido... sobre todo porque todavía no lo había comunicado a nadie, más que mis padres, mi enamorado y mi mejor amiga del trabajo -a mi jefa también, pero ese es tema de otro post-.

Mes 3: Ya vomité.

El cuerpo es sabio y se encargó, durante esos días, de recordarme cada mañana, mientras me dirigía a mi centro de labores, que estaba embarazada, que debía cuidarme más y comer temprano o terminaría vomitando, en plena calle, a vista de todo el mundo... como si nadie, nunca, hubiera visto a una persona vomitar.

Ya tengo mis primeras prendas de maternidad, me las compró mi mamá... qué tal pegada fue esa porque es un cambio más visible, más real. Un recordatorio más de lo que estaba sucediendo dentro mío mientras yo intentaba, dentro de lo posible, que todo siguiera siendo "normal".

Final del primer trimestre y yo aun no termino de tragarlo. 


jueves, 8 de noviembre de 2018

Nuevos desafíos

Cuando era pequeña, soñaba con ser adulta para "hacer todo lo que quisiera" -supongo que no fui la única niña que veía así a la adultez-, vivir donde quisiera y vestirme como quisiera... con los años, esa ilusión se fue haciendo más fuerte y concreta: estudiaría lo que quisiera, viajaría a donde quisiera, saldría con quien quisiera... 

Luego, me di cuenta de que el "lo que quisiera", necesariamente, debía ir acompañado de ciertos sacrificios que no "quería" hacer, pero los cuales podría confrontar como una especie de pago adelantado. Entonces, todo tomaba más forma: estudiaba lo que mis padres querían, mientras asistía a talleres de formación actoral, trabajaba en la carrera (los pagos adelantados) y con ese dinero, me pagaba la carrera profesional de actuación y dramaturgia, creaba mi elenco, y todo lo demás vendría por propio peso ... el plan perfecto.

Pero no. Mientras pasaban los años, aparecían una y otra responsabilidad que iban retrasando mi plan ideal. Una noche, me encontré sentada en la playa conversando con mi mejor amiga:

-"¿Recuerdas lo que dijiste en la secundaria cuando te preguntaron como te veías en 5 o 10 años?"
-"Claro -contestó entre risas- tocando con mi banda y viviendo sola con mis perros... ¿tú?"
- "Viajando con mi elenco... haciendo obras gratuitas para gente sin recursos por todo el país... que ilusa."
- "Ya pasaron más de 5 años y aquí nos tienes, en nuestras casas, estudiando, trabajando y nada de nada."

Al trascurrir de la conversación, le siguió una botella de vino y luego otra... y más cosas hechas por mera obligación.

Una mañana desperté y pensé ¿en retrospectiva, estoy contenta con lo que he hecho? la respuesta fue un día de profundo auto-análisis, música cortavena, algo de depresión y -como toda buena crisis- un monólogo larguísimo de preguntas y enunciados que no terminan de responder a todas las interrogantes. Pero, como cada luz al final del túnel, el día siguiente comenzó con una sensación de alivio y una mentalidad positiva antes los futuros retos que deberé afrontar; pues, todo lo que haga o deje de hacer, sigue siendo, dentro de todo, decisión mía y, por lo tanto, es mi responsabilidad comenzar a cumplir -de la forma más madura posible- con el "lo que quiera".

Cuando, en medio de mi día de "super girl", otro acontecimiento viene a retarme.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Presión familiar

¿Cuál es el punto medio entre lo que yo quiero y lo que se espera de mí? Siempre he sido una persona que ha intentado hacer con éxito lo que mi familia esperaba de mí: tercer puesto en el colegio, ingreso directo a la universidad, trabajar desde los 18 y colaborar en casa, etc... Esa era una parte de mí... Porque, al mismo tiempo, gritaba por salir mi otro lado, la que tenía metas propias, diferentes a las de la familia: el teatro.

Recuerdo que, cuando tenía 16, comenzaron las peleas en casa sobre la elección de la carrera. Yo quería ser actriz o dramaturga. Mis padres querían que tuviera una carrera convencional. Ellos ganaron y estudié comunicaciones.

Un año antes, yo quería una fiesta de 15 diferente, con nada demasiado femenino ni las tradiciones de antaño... Y todo en una paleta de colores oscuros. Ellos querían una fiesta convencional, con colores claros. Ellos ganaron.

Así fueron avanzando las cosas con ellos y yo siempre he sido complaciente, lo que he comenzado a considerar como un defecto más... Y yo pensaba que, al ser una persona adulta, sería diferente, pero no. Cuando la familia decide presionar, no hay fuerza humana que los detenga.

Entonces, ¿en qué momento puedo tomar decisiones que no me exijan pensar en todos los "peros" o "extras" que ellos podrían poner? Creo que ese momento no existe, ni nunca lo hará. Quizá otras personas pueden sentirse bien tomando decisiones sin considerar las opiniones de su familia, o quizá otras personas viven felices siendo exactamente igual a sus padres o incluso, cumpliendo a cabalidad con todas las expectativas, pero yo no soy así.

Eso no me hace una mala hija, solo una complicada. Pero creo que recién ahora -que me considero un poco más consciente y madura- me he dado cuenta del nivel de alta presión que ejercen los padres en general (o solo los míos) y pienso cuál es la mejor opción de ahora en adelante o cómo podría establecer un punto medio en el cual ellos no terminen lastimados o decepcionados y yo no me sienta incómoda ni frustrada. Cuando lo descubra, le dedicaré un post.

martes, 30 de octubre de 2018

Cambios

¿Alguna vez has pensado realmente en cómo el entorno y uno mismo cambian cuando vamos creciendo? Podría enumerar una a una las cosas y situaciones que sentía como "mías" hace 7 años atrás o hace 5 y que ahora ya no están.

Mis ex-personas favoritas. Jamás he sido una persona muy sociable; sin embargo, tenía un pequeño círculo que creía que era estable y perdurable al tiempo. De ese círculo, más de la mitad ya no están, porque nos peleamos o porque simplemente el camino diario de la vida, nos alejó. Y no hubo interés en mantener el lazo... o quizás, estábamos demasiado ocupadas viviendo como para hacer el esfuerzo.

Claro, eso hace valorar más a quienes se quedaron cerca, pero creo que es inevitable recordar, sentir nostalgia y querer retomar el contacto, aunque sea para hablar del pasado y sonreír, recordando una época menos ocupada... Entonces, ¿por qué no lo hago? ¿pereza? ¿cobardía? no lo sé... y, probablemente, tampoco haga más por descubrirlo que escribir.

Los pasatiempos. Esas actividades que tenía tan claras, como parte de mi personalidad y que ahora solo existen en los momentos en que me permito volver a la nostalgia... Creo que lo más estúpido es cuando el recuerdo me lleva a plantearme hacerlas de nuevo: volver a actuar, con lo mucho que lo amaba, dibujar mandalas y retomar mi cuenta en instagram, ir otro sábado al karaoke, inscribirme en un taller de natación, viajar con poco efectivo... Pero, ¿lo hago? no... lo recuerdo con cariño. 

Mis metas personales. El esfuerzo que ponía en volverme una persona más culta, como cuando intentaba usar palabras rebuscadas y recordar su significado o cuando trataba de innovar al escribir un poema, las clases de canto por youtube, los monólogos que memorizaba frente al espejo para ser más realista mis expresiones, mi proyecto de tener un semillero de teatro e inculcar la pasión por el arte en niños, para que vayan desarrollándola a medida que crecieran... ¿qué pasó con todo eso? Como los párrafos anteriores, al cajón de los recuerdos.

La música. Siempre sentí que el rock me representaba como persona: amen, líbido, mar de copas: mis bandas peruanas favoritas. Creo que, de todo lo que he escrito hasta ahora, esto es lo único a lo que puedo volver cada vez que me siento nostálgica, como ahora mientras escribo. 

Cosas que dejé, que cuento a mis alumnos para que sientan que los entiendo y que probablemente cuente a mi hijo para minimizar en lo posible la brecha generacional... pero que sentía que "eran yo", que eran parte de mí, como los hoyuelos a los lados de mis labios... ¿Por qué tenemos que dejar estas cosas que nos hacían tan felices, para volvernos personas adultas y medianamente maduras? Si lo descubro, volveré a actuar... y a pintar... y a escribir... y, quizás, mandé un inbox a algunas personas de mi pasado.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Algo nuevo

Hoy fui a ver a un psiquiatra. Fue una experiencia totalmente nueva y, como tal, intenté tomarla de la mejor manera posible; pues, mucha gente toma una visita a psiquiatría como una muestra de locura, cuando no es así.

Fui porque, como ya había dicho anteriormente, estoy atravesando una etapa de ansiedad a nivel intermedia, que me está complicando un poco los quehaceres diarios; y, si bien, estoy llevando terapia con una psicóloga, creo que algo de medicina me haría mucho bien.

Me costó trabajo aceptar el hecho que debía visitar a otro profesional, me costó aceptar que la terapia no basta, me costó ingresar al centro médico, sacar la cita, sentarme a esperar y, aún más, ponerme de pie al escuchar "siguiente". Hablar con  él, no tanto, no es el primero con quien comparto cómo me siento; escuchar su diagnóstico, tampoco, ya tenía la idea; verlo llenar la receta médica, un poco, me desagrada tomar pastillas...

Pero, más que todo, me costará comprar las medicinas y tomarlas, pues es aceptar, conscientemente, que debo usar ansiolíticos para ayudarme en el proceso. Es aceptar que todo lo que hacía, no bastaba, que separé mi primera sesión con la psicóloga muy tarde y que caí peor que aquella primera vez -hace 7 años-.

Cuando estaba sentada esperándolo, miré la carpeta abierta en su escritorio, tiene muchas historias clínicas, lo que quiere decir que no soy la única, sino que mucha gente lleva tratamiento con él y que es más normal de lo que yo pensaba. Pues, dentro de todo, la psiquiatría y la psicología son una rama más de la medicina y, por ende, tratan enfermedades que aquejan a mucha gente.

Como parte del tratamiento, me recomendó leer un libro de Walter Risso titulado "Maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz". Aún no lo he comprado, pero me entusiasma saber qué tiene esta obra para enseñarme... Y, en general, me entusiasma la nueva experiencia y todo lo que puede dejarme las visitas al psiquiatra.

Por cierto, aún no he tomado la decisión sobre el trabajo, espero colocarla en mi siguiente publicación.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Enseñanzas

"De todo malo se aprende algo". Totalmente cierto.

De todos los lugares en los que he trabajado y de todas las personas que considero o consideré como amigos, he aprendido algo que me ha permitido crecer como persona.

Antes, pensaba que no se podía obtener algún conocimiento provechoso de situaciones negativas, pero esa idea cambió hace tres años, cuando trabajé en un colegio por la av. Universitaria.

En esa época, la fundadora de la institución ingresaba todos los días a mi salón para intentar moldear mi trabajo a lo que ella consideraba correcto. La odié. Renuncié a los 8 meses. Ahora, aplico muchas cosas que aprendí de ella en mis clases.

Luego, ingresé a un colegio, en el Callao, que formó mi parte espiritual y fortaleció mi fe al punto que no he vuelto a dudar de mis creencias. Casi todo allí fue positivo y claro que aprendí.
Hace dos años, trabajo en un colegio, en Breña, que me ha dado experiencias de todo tipo: buenas, malas, tiernas, frustrantes...

De este, me han sucedido dos cosas: la primera es que reforcé la idea de que de cualquier situación se puede aprender algo útil, pues en este tiempo he mejorado mucho como docente.
La otra es que retomé una idea que formé hace tres años atrás -creada en el primer colegio que mencioné- "no todas las empresas están dispuestas a enseñar a sus colaboradores la manera en la que deben trabajar".

Me explico. Si bien he obtenido conocimiento y experiencia valiosas en cada lugar en el que he trabajado hasta ahora, siento firmemente que no todas las instituciones tienen la intención de enseñar, sino que muchas de ellas pretenden que sus trabajadores lleguen ya moldeados a la forma de trabajar que estas esperan; mientras otras están abiertas a enseñar a sus colaboradores la manera más eficiente de trabajar para ellas.

En fin. Todo conocimiento es bueno y toda experiencia es valiosa. A ver qué viene el próximo año.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

El cuerpo habla

"El cuerpo habla" -me dijo la psicóloga- "muchas veces, la enfermedad y los malestares físicos son una muestra de algo más que no estamos escuchando". Y tiene razón.

Ya desde hace un par de semanas, llevo pasando de una dolencia a otra: el estómago, el oído, la gripe, la garganta... Pero, según las propias palabras de la psicóloga, ¿cómo podría curarme de todos los males si sigo en aquello que me aqueja?

Hace años, pasé por la misma situación, con la diferencia de que, en esa época, yo era más inmadura y no conocía sobre problemas psicológicos; entonces, como me sentía tan cansada, aburrida y desmotivada, dejé de asistir a clase y me dediqué a relajarme y a concentrarme en mí. Eso no bastó, pero me ayudó mucho.

La diferencia es que ahora, aunque no lo quiera, soy más responsable y consciente de las cosas y, por ende, no dejo de trabajar por relajarme. Muy bien con eso... Excepto por un detalle: Es, justamente, el trabajo lo que me pone ansiosa. ¿Cómo lidio con ello?

A falta de respuestas que lleguen a mí mientras termino de escribir esta declaración, decidí que debo seguir siendo responsable, es parte de madurar (y falta solo 6 días para que terminemos el año escolar), pero una duda más grande entra a mi cabeza: ¿qué debería hacer el próximo año? ¿Seguir trabajando o tomar unas obligadas y necesarias vacaciones?

Como decía mi mamá "hay que priorizar". Sin embargo, hacerlo ahora es un poco más complicado, pues aunque no tengo grandes obligaciones económicas, no se ve muy bien en mi CV que me pase 6 meses o un año sin trabajar. Aunque sí me gustaría. 樂

En mi siguiente post, la decisión del caso.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Salud emocional

Hay muchas cosas que me ponen ansiosa: Las discusiones y los enfrentamientos, sobre todo.

Creo que no he escrito antes sobre las discusiones. Considero que son necesarias, siempre y cuando sean bien manejadas, con un tono de voz adecuado, sin gritar, con respeto, sin interrumpir al otro, con gesto neutro, no con cara de ogro, y sin intentar resaltar con cualquier medio, sin hacer sentir mal a la otra persona.

Los enfrentamientos los veo totalmente innecesarios... Excepto los deportivos; en todos los demás casos, sobran. Y no entiendo por qué la gente disfruta enfrentando a otros, si existen tantas formas, no agresivas, de liberar las tensiones y el estrés (hacer deporte, por ejemplo).

Entiendo -quizás me equivoque- que quienes disfrutan de pelear, de rebajar al otro, del chisme malintencionado, de juzgar, de ver mal a otros, en realidad están extrapolando sus propias carencias y la falta de autoestima. Si yo me quiero, yo me cuido y trato bien al resto.

En fin... Son dos cosas con las que debemos lidiar diariamente y que me ponen muy ansiosa... Más adelante, tocaré el tema a mayor profundidad, porque es terapéutico escribir.

Lo importante de todo esto es que considero que cada persona debe cuidarse y mantener un equilibrio emocional que, en mi caso, se rompe cuando estoy en alguna de estas dos situaciones. Y si las evito o salgo rápidamente de ellas ¿es escapar o protegerse? Estos conceptos están uno al límite del otro y son confundidos.

domingo, 3 de diciembre de 2017

De vuelta

Muchas veces, cuando sostengo conversaciones con personas que no conozco tanto y me preguntan por mi trabajo, terminamos hablando de nosotros mismos en la etapa escolar, creo que es inevitable.

Pero, lo importante de esto es que, algunas personas, terminan en una especie de catarsis sobre aquellas cosas que solían hacer y dejaron, ya sea porque eran tontas, porque no formaban parte de su concepto de "madurar" o porque las fueron olvidando en el camino... Y, en ocasiones, aparece la nostalgia.

Hace poco, me puse a pensar por qué razón dejamos de hacer cosas que nos gustaban o nos relajaban. La respuesta es simple: por atolondrados.

Por ejemplo: yo misma. Permití que me absorbiera tanto el trabajo, el estrés, el dinero, la comodidad y la pereza que dejé de escribir, dejé de actuar, de pintar, de leer... Lo que produjo en mí un efecto negativo al 100% y comencé a estresarme, a ponerme de mal humor y más apática de lo normal.

Lo curioso es que no sabía por qué razón estaba experimentando aquellos cambios de humor, hasta que un anuncio en un panel me hizo pensar: había dejado de escribir y leer. No tenía cómo botar el estrés diario que me causa el trabajo.

Una cosa llevó a la otra y obtuve una lista de todo aquello que hacía desde adolescente y que hace dos años, abandoné... Como este blog, que hoy revisé con cariño y nostalgia... Y que retomaré.

sábado, 12 de septiembre de 2015

La paz contigo

Durante muchos años hice siempre lo mismo, cada vez, en la celebración de año nuevo, escribí mis metas en una hoja y la guardé, según yo para asegurarme de cumplirlas, tremendo engaño. Nada puede hacerse bien, ni completarse si primero uno desconfía de sí mismo. Y los papeles van acumulándose.

La visión que las personas tienen sobre ellas mismas, de sus habilidades, su fuerza, su capacidad y su inteligencia, pero sobre todo, de su posición dentro del statu quo, es determinante para, además de plantearse sus objetivos, encontrar el camino a cumplirlos superando los obstáculos que la sociedad y el cosmos ponen.

Para lograr esto hay infinidad de cursos y talleres: inteligencia emocional, liderazgo, coaching, etc. Pero nada de esto funcionará, porque si alguien no cree en sí mismo, no podrá realmente creer en alguien más... sino, ¿Por qué las personas se dan la paz entre ellas en las misas católicas? Te paso la fuerza y el espíritu de Dios para que creas en ti y en que, con él, serás feliz.

No me considero muy católica, en realidad... En fin. Una vez, una compañera me mostró su mapa de vida. En un papelote, había escrito y pegado imágenes de lo que quiere ser ella en cada aspecto de su vida y lo tenía pegado en la puerta de su armario para recordarlo cada mañana que no quiera levantarse de la cama. Excelente. Quizás lo intente.

Yo sé quién quiero ser y lo que quiero hacer, tengo una idea muy clara de cómo lograrlo, pero aún no confío en mí. Quiero confiar. Creo que buscaré un psicólogo, son buenos, hace mucho bien contar a un desconocido los miedos más profundos y escuchar lo que duele asumir. Porque para reparar, primero hay que romper.

sábado, 29 de agosto de 2015

Sí, los quiero

Es increíble cómo suceden los hechos. Cuando comenzó el año escolar, con ese nuevo salón de niños tan pequeños, no imaginé que podría acostumbrarme, incluso aseguraba que era imposible que yo les tomará cariño. Eran muy pequeños.

Fueron transcurriendo los meses y comencé a conocerlos, sus historias de vida, sus problemas y su día a día luego del colegio, entonces sí me comprometí con ellos, con su aprendizaje y su crecimiento. Y como sucede cada vez que uno se compromete, les tomé cariño.

Ahora, las circunstancias cambiaron y estoy trabajando con niños de 3 años, si bien, no cometeré nuevamente el error de afirmar que no los querré, es inevitable pensar en mis pequeños y extrañarlos. Al mismo tiempo, es una sorpresa para mí el hecho de alegrarme con tan sólo pasar por la ventana de su salón y verlos trabajar.

Pero con eso me basta, verlos cuando llegan y luego volar para ayudarlos a salir, cruzarnos dentro del colegio y que corran a abrazarme, que me vean y reclamen mi presencia, pero al mismo tiempo, recuerdo que son niños y me da pena.


miércoles, 12 de agosto de 2015

Lo que me gusta

Debo admitir que sí me molestó ser despedida (y eso que trabajaré hasta fin de mes), al principio pensé que era de orgullosa, ya que yo siempre renunciaba, a mí no me despedían; luego comencé a cuestionarme si soy o no buena para lo que hago; pasé por una catarsis y llegué a la conclusión que aún me falta mucho por aprender y ese colegio no tiene padres dispuestos a enseñar.

La salida más rápida a la falta inesperada de trabajo, siempre es volver a lo anterior o a lo que se sabe hacer bien... y yo soy buena en mi carrera, encontraría trabajo muy rápido, conozco la "cancha", aprendo con facilidad y, aunque no soy una persona social, sé que podría adaptarme a cualquier área de relaciones públicas, imagen empresarial o comunicaciones en general.

Pero no quiero... he ahí el punto de quiebre en todo esto, no quiero trabajar en otro rubro, desde que volví a eneñar, no quiero imaginarme haciendo algo distinto, porque es lo mío, es donde a pesar de los problemas y las presiones logro sentirme cómoda y me reto a mí misma, es ahí, en los colegios, donde me esfuero de verdad y donde trabajar significa algo más que ganar dinero.

"El trabajo dignifica a la persona"... Había escuchado tantísimas veces esa frase dentro de mi etapa formativa, pero no fue hasta que ingresé a trabajar al colegio que cobró sentido real y es ahí donde ya no siento celos de la pasión con que hablan mis amigos de sus carreras; con la única diferencia que yo no estudié educación y eso lo complica todo... no me parece justo, pero así es.


lunes, 3 de agosto de 2015

Cambio de look

Una vez leí en un libro de una teórica española sobre los procesos comunicativos en su país, que las personas representan con un cambio de "look" un cambio en su personalidad. Cuando lo leí, me mostré en desacuerdo. Ahora, no lo considero tan errado, no creo que sea un cambio en la personalidad, pero sí en la forma de pensar.

Hace poco volví a pintarme el cabello y publiqué una foto en mi cuenta de facebook: más de 60 "likes", como 15 comentarios positivos y una sonrisa de orgullo en mi rostro, no me equivoqué, el color rojo me queda bien. La verdad detrás de esto es simple. Algo cambió dentro mío, en mi forma de pensar, de entender mi entorno, mi situación actual y de pensar en mi futuro.

Cuando surgen problemas económicos, laborales, amorosos, todos al mismo tiempo, es inevitable sentir dudas y preguntarse ¿qué estoy haciendo mal? en mi caso, esa pregunta no deja de repetirse en mi cabeza sin siquiera mostrar un amago de respuesta, por lo que termino con la cara pegada a la almohada, es entonces cuando opto por un cambio físico, algo que me levante el ánimo y la confianza.

Solía pensar que era inservible cambiar algo de mi estilo, pero la verdad es que no, desde ponerme un par de aretes, comprarme alguna prenda o cambiar el color de mi cabello, cualquier cosa ayuda a mirar el espejo y recordar quién soy y lo que quiero, como se dice comúnmente, reencontrarme conmigo.

Y si bien, en este momento, soy un manojo de dudas y preguntas, pasar por la peluquería (casa de una amiga), me dio el respiro necesario para concentrarme y enfocarme nuevamente. Y me gusta cómo me veo.  

martes, 28 de julio de 2015

Despedida

Esta es la primera vez que soy despedida y, aunque no me dolió, me dejó pensando. 

El día viernes, luego de la entrega de libretas, la directora me sentó en su oficina y me dijo que algunos padres (2) se habían quejado de mí y que le estaban exigiendo un cambio urgente de tutora, me dijo también que ella no lo pensó bien al contratarme pero que quería que me quedara hasta diciembre para que siga aprendiendo pero que no podía con la presión de los padres ya que no podría arriesgarse a perder alumnos, por último, me dijo que me extendería un mes más el contrato para darme opción de encontrar otro trabajo.

Yo la miré, le sonreí y le dije que la comprendía pero le mentí, la verdad es que no lo entiendo. 

Si bien yo no estudié educación, trabajo hace unos años en esta área y nunca antes había tenido problemas que fueran irreparables, como toda docente, si hubo madres en desacuerdo conmigo, algunos cruces de palabras, pero todas concluyeron con mamas que me apoyaron cuando más las necesité de mi lado, que me defendieron cuando quisieron otros tumbarme... y niños que hasta ahora me escriben.

Si el año anterior me quejaba por sentir falta de apoyo de la dirección, este año terminé contra la pared, con un despido. Pero no es eso lo que me preocupa, otra oportunidad se presentará y seré más cuidadosa, en todo sentido. El problema aquí es mis niños, mis alumnos, lo más importante de toda institución educativa.

Es aquí donde me pregunto ¿es esa la mejor solución? Cuando un grupo de niños con habilidades especiales se acostumbran e identifican con una tutora, cuando estos niños muestran grandes avances académicos (reflejados en sus libretas) y sociales (demostrados en las actuaciones), ¿se puede permitir un cambio de tutora? es bien sabido que la tutora es la segunda madre, entonces ¿está bien cambiarla por dos quejas? considerando que, especialmente, estos niños necesitan un entorno estable, ¿no sería mejor capacitar a la tutora, organizar reuniones con los padres afectados, tener una sesión con la psicóloga?  

Probablemente ahora estén con una docente especializada y avancen mucho más de lo que han avanzado conmigo, entregar el corazón no basta si no se tienen estudios, pero seguiré preocupándome por ellos, por unos más que otros, porque no quisiera enterarme que retrocedieron, sin embargo, en el fondo sé que no será así porque los niños más pequeños son los que más rápido se recuperan.