jueves, 8 de noviembre de 2018

Nuevos desafíos

Cuando era pequeña, soñaba con ser adulta para "hacer todo lo que quisiera" -supongo que no fui la única niña que veía así a la adultez-, vivir donde quisiera y vestirme como quisiera... con los años, esa ilusión se fue haciendo más fuerte y concreta: estudiaría lo que quisiera, viajaría a donde quisiera, saldría con quien quisiera... 

Luego, me di cuenta de que el "lo que quisiera", necesariamente, debía ir acompañado de ciertos sacrificios que no "quería" hacer, pero los cuales podría confrontar como una especie de pago adelantado. Entonces, todo tomaba más forma: estudiaba lo que mis padres querían, mientras asistía a talleres de formación actoral, trabajaba en la carrera (los pagos adelantados) y con ese dinero, me pagaba la carrera profesional de actuación y dramaturgia, creaba mi elenco, y todo lo demás vendría por propio peso ... el plan perfecto.

Pero no. Mientras pasaban los años, aparecían una y otra responsabilidad que iban retrasando mi plan ideal. Una noche, me encontré sentada en la playa conversando con mi mejor amiga:

-"¿Recuerdas lo que dijiste en la secundaria cuando te preguntaron como te veías en 5 o 10 años?"
-"Claro -contestó entre risas- tocando con mi banda y viviendo sola con mis perros... ¿tú?"
- "Viajando con mi elenco... haciendo obras gratuitas para gente sin recursos por todo el país... que ilusa."
- "Ya pasaron más de 5 años y aquí nos tienes, en nuestras casas, estudiando, trabajando y nada de nada."

Al trascurrir de la conversación, le siguió una botella de vino y luego otra... y más cosas hechas por mera obligación.

Una mañana desperté y pensé ¿en retrospectiva, estoy contenta con lo que he hecho? la respuesta fue un día de profundo auto-análisis, música cortavena, algo de depresión y -como toda buena crisis- un monólogo larguísimo de preguntas y enunciados que no terminan de responder a todas las interrogantes. Pero, como cada luz al final del túnel, el día siguiente comenzó con una sensación de alivio y una mentalidad positiva antes los futuros retos que deberé afrontar; pues, todo lo que haga o deje de hacer, sigue siendo, dentro de todo, decisión mía y, por lo tanto, es mi responsabilidad comenzar a cumplir -de la forma más madura posible- con el "lo que quiera".

Cuando, en medio de mi día de "super girl", otro acontecimiento viene a retarme.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Presión familiar

¿Cuál es el punto medio entre lo que yo quiero y lo que se espera de mí? Siempre he sido una persona que ha intentado hacer con éxito lo que mi familia esperaba de mí: tercer puesto en el colegio, ingreso directo a la universidad, trabajar desde los 18 y colaborar en casa, etc... Esa era una parte de mí... Porque, al mismo tiempo, gritaba por salir mi otro lado, la que tenía metas propias, diferentes a las de la familia: el teatro.

Recuerdo que, cuando tenía 16, comenzaron las peleas en casa sobre la elección de la carrera. Yo quería ser actriz o dramaturga. Mis padres querían que tuviera una carrera convencional. Ellos ganaron y estudié comunicaciones.

Un año antes, yo quería una fiesta de 15 diferente, con nada demasiado femenino ni las tradiciones de antaño... Y todo en una paleta de colores oscuros. Ellos querían una fiesta convencional, con colores claros. Ellos ganaron.

Así fueron avanzando las cosas con ellos y yo siempre he sido complaciente, lo que he comenzado a considerar como un defecto más... Y yo pensaba que, al ser una persona adulta, sería diferente, pero no. Cuando la familia decide presionar, no hay fuerza humana que los detenga.

Entonces, ¿en qué momento puedo tomar decisiones que no me exijan pensar en todos los "peros" o "extras" que ellos podrían poner? Creo que ese momento no existe, ni nunca lo hará. Quizá otras personas pueden sentirse bien tomando decisiones sin considerar las opiniones de su familia, o quizá otras personas viven felices siendo exactamente igual a sus padres o incluso, cumpliendo a cabalidad con todas las expectativas, pero yo no soy así.

Eso no me hace una mala hija, solo una complicada. Pero creo que recién ahora -que me considero un poco más consciente y madura- me he dado cuenta del nivel de alta presión que ejercen los padres en general (o solo los míos) y pienso cuál es la mejor opción de ahora en adelante o cómo podría establecer un punto medio en el cual ellos no terminen lastimados o decepcionados y yo no me sienta incómoda ni frustrada. Cuando lo descubra, le dedicaré un post.

martes, 30 de octubre de 2018

Cambios

¿Alguna vez has pensado realmente en cómo el entorno y uno mismo cambian cuando vamos creciendo? Podría enumerar una a una las cosas y situaciones que sentía como "mías" hace 7 años atrás o hace 5 y que ahora ya no están.

Mis ex-personas favoritas. Jamás he sido una persona muy sociable; sin embargo, tenía un pequeño círculo que creía que era estable y perdurable al tiempo. De ese círculo, más de la mitad ya no están, porque nos peleamos o porque simplemente el camino diario de la vida, nos alejó. Y no hubo interés en mantener el lazo... o quizás, estábamos demasiado ocupadas viviendo como para hacer el esfuerzo.

Claro, eso hace valorar más a quienes se quedaron cerca, pero creo que es inevitable recordar, sentir nostalgia y querer retomar el contacto, aunque sea para hablar del pasado y sonreír, recordando una época menos ocupada... Entonces, ¿por qué no lo hago? ¿pereza? ¿cobardía? no lo sé... y, probablemente, tampoco haga más por descubrirlo que escribir.

Los pasatiempos. Esas actividades que tenía tan claras, como parte de mi personalidad y que ahora solo existen en los momentos en que me permito volver a la nostalgia... Creo que lo más estúpido es cuando el recuerdo me lleva a plantearme hacerlas de nuevo: volver a actuar, con lo mucho que lo amaba, dibujar mandalas y retomar mi cuenta en instagram, ir otro sábado al karaoke, inscribirme en un taller de natación, viajar con poco efectivo... Pero, ¿lo hago? no... lo recuerdo con cariño. 

Mis metas personales. El esfuerzo que ponía en volverme una persona más culta, como cuando intentaba usar palabras rebuscadas y recordar su significado o cuando trataba de innovar al escribir un poema, las clases de canto por youtube, los monólogos que memorizaba frente al espejo para ser más realista mis expresiones, mi proyecto de tener un semillero de teatro e inculcar la pasión por el arte en niños, para que vayan desarrollándola a medida que crecieran... ¿qué pasó con todo eso? Como los párrafos anteriores, al cajón de los recuerdos.

La música. Siempre sentí que el rock me representaba como persona: amen, líbido, mar de copas: mis bandas peruanas favoritas. Creo que, de todo lo que he escrito hasta ahora, esto es lo único a lo que puedo volver cada vez que me siento nostálgica, como ahora mientras escribo. 

Cosas que dejé, que cuento a mis alumnos para que sientan que los entiendo y que probablemente cuente a mi hijo para minimizar en lo posible la brecha generacional... pero que sentía que "eran yo", que eran parte de mí, como los hoyuelos a los lados de mis labios... ¿Por qué tenemos que dejar estas cosas que nos hacían tan felices, para volvernos personas adultas y medianamente maduras? Si lo descubro, volveré a actuar... y a pintar... y a escribir... y, quizás, mandé un inbox a algunas personas de mi pasado.