sábado, 12 de septiembre de 2015

La paz contigo

Durante muchos años hice siempre lo mismo, cada vez, en la celebración de año nuevo, escribí mis metas en una hoja y la guardé, según yo para asegurarme de cumplirlas, tremendo engaño. Nada puede hacerse bien, ni completarse si primero uno desconfía de sí mismo. Y los papeles van acumulándose.

La visión que las personas tienen sobre ellas mismas, de sus habilidades, su fuerza, su capacidad y su inteligencia, pero sobre todo, de su posición dentro del statu quo, es determinante para, además de plantearse sus objetivos, encontrar el camino a cumplirlos superando los obstáculos que la sociedad y el cosmos ponen.

Para lograr esto hay infinidad de cursos y talleres: inteligencia emocional, liderazgo, coaching, etc. Pero nada de esto funcionará, porque si alguien no cree en sí mismo, no podrá realmente creer en alguien más... sino, ¿Por qué las personas se dan la paz entre ellas en las misas católicas? Te paso la fuerza y el espíritu de Dios para que creas en ti y en que, con él, serás feliz.

No me considero muy católica, en realidad... En fin. Una vez, una compañera me mostró su mapa de vida. En un papelote, había escrito y pegado imágenes de lo que quiere ser ella en cada aspecto de su vida y lo tenía pegado en la puerta de su armario para recordarlo cada mañana que no quiera levantarse de la cama. Excelente. Quizás lo intente.

Yo sé quién quiero ser y lo que quiero hacer, tengo una idea muy clara de cómo lograrlo, pero aún no confío en mí. Quiero confiar. Creo que buscaré un psicólogo, son buenos, hace mucho bien contar a un desconocido los miedos más profundos y escuchar lo que duele asumir. Porque para reparar, primero hay que romper.

sábado, 29 de agosto de 2015

Sí, los quiero

Es increíble cómo suceden los hechos. Cuando comenzó el año escolar, con ese nuevo salón de niños tan pequeños, no imaginé que podría acostumbrarme, incluso aseguraba que era imposible que yo les tomará cariño. Eran muy pequeños.

Fueron transcurriendo los meses y comencé a conocerlos, sus historias de vida, sus problemas y su día a día luego del colegio, entonces sí me comprometí con ellos, con su aprendizaje y su crecimiento. Y como sucede cada vez que uno se compromete, les tomé cariño.

Ahora, las circunstancias cambiaron y estoy trabajando con niños de 3 años, si bien, no cometeré nuevamente el error de afirmar que no los querré, es inevitable pensar en mis pequeños y extrañarlos. Al mismo tiempo, es una sorpresa para mí el hecho de alegrarme con tan sólo pasar por la ventana de su salón y verlos trabajar.

Pero con eso me basta, verlos cuando llegan y luego volar para ayudarlos a salir, cruzarnos dentro del colegio y que corran a abrazarme, que me vean y reclamen mi presencia, pero al mismo tiempo, recuerdo que son niños y me da pena.


miércoles, 12 de agosto de 2015

Lo que me gusta

Debo admitir que sí me molestó ser despedida (y eso que trabajaré hasta fin de mes), al principio pensé que era de orgullosa, ya que yo siempre renunciaba, a mí no me despedían; luego comencé a cuestionarme si soy o no buena para lo que hago; pasé por una catarsis y llegué a la conclusión que aún me falta mucho por aprender y ese colegio no tiene padres dispuestos a enseñar.

La salida más rápida a la falta inesperada de trabajo, siempre es volver a lo anterior o a lo que se sabe hacer bien... y yo soy buena en mi carrera, encontraría trabajo muy rápido, conozco la "cancha", aprendo con facilidad y, aunque no soy una persona social, sé que podría adaptarme a cualquier área de relaciones públicas, imagen empresarial o comunicaciones en general.

Pero no quiero... he ahí el punto de quiebre en todo esto, no quiero trabajar en otro rubro, desde que volví a eneñar, no quiero imaginarme haciendo algo distinto, porque es lo mío, es donde a pesar de los problemas y las presiones logro sentirme cómoda y me reto a mí misma, es ahí, en los colegios, donde me esfuero de verdad y donde trabajar significa algo más que ganar dinero.

"El trabajo dignifica a la persona"... Había escuchado tantísimas veces esa frase dentro de mi etapa formativa, pero no fue hasta que ingresé a trabajar al colegio que cobró sentido real y es ahí donde ya no siento celos de la pasión con que hablan mis amigos de sus carreras; con la única diferencia que yo no estudié educación y eso lo complica todo... no me parece justo, pero así es.


lunes, 3 de agosto de 2015

Cambio de look

Una vez leí en un libro de una teórica española sobre los procesos comunicativos en su país, que las personas representan con un cambio de "look" un cambio en su personalidad. Cuando lo leí, me mostré en desacuerdo. Ahora, no lo considero tan errado, no creo que sea un cambio en la personalidad, pero sí en la forma de pensar.

Hace poco volví a pintarme el cabello y publiqué una foto en mi cuenta de facebook: más de 60 "likes", como 15 comentarios positivos y una sonrisa de orgullo en mi rostro, no me equivoqué, el color rojo me queda bien. La verdad detrás de esto es simple. Algo cambió dentro mío, en mi forma de pensar, de entender mi entorno, mi situación actual y de pensar en mi futuro.

Cuando surgen problemas económicos, laborales, amorosos, todos al mismo tiempo, es inevitable sentir dudas y preguntarse ¿qué estoy haciendo mal? en mi caso, esa pregunta no deja de repetirse en mi cabeza sin siquiera mostrar un amago de respuesta, por lo que termino con la cara pegada a la almohada, es entonces cuando opto por un cambio físico, algo que me levante el ánimo y la confianza.

Solía pensar que era inservible cambiar algo de mi estilo, pero la verdad es que no, desde ponerme un par de aretes, comprarme alguna prenda o cambiar el color de mi cabello, cualquier cosa ayuda a mirar el espejo y recordar quién soy y lo que quiero, como se dice comúnmente, reencontrarme conmigo.

Y si bien, en este momento, soy un manojo de dudas y preguntas, pasar por la peluquería (casa de una amiga), me dio el respiro necesario para concentrarme y enfocarme nuevamente. Y me gusta cómo me veo.  

martes, 28 de julio de 2015

Despedida

Esta es la primera vez que soy despedida y, aunque no me dolió, me dejó pensando. 

El día viernes, luego de la entrega de libretas, la directora me sentó en su oficina y me dijo que algunos padres (2) se habían quejado de mí y que le estaban exigiendo un cambio urgente de tutora, me dijo también que ella no lo pensó bien al contratarme pero que quería que me quedara hasta diciembre para que siga aprendiendo pero que no podía con la presión de los padres ya que no podría arriesgarse a perder alumnos, por último, me dijo que me extendería un mes más el contrato para darme opción de encontrar otro trabajo.

Yo la miré, le sonreí y le dije que la comprendía pero le mentí, la verdad es que no lo entiendo. 

Si bien yo no estudié educación, trabajo hace unos años en esta área y nunca antes había tenido problemas que fueran irreparables, como toda docente, si hubo madres en desacuerdo conmigo, algunos cruces de palabras, pero todas concluyeron con mamas que me apoyaron cuando más las necesité de mi lado, que me defendieron cuando quisieron otros tumbarme... y niños que hasta ahora me escriben.

Si el año anterior me quejaba por sentir falta de apoyo de la dirección, este año terminé contra la pared, con un despido. Pero no es eso lo que me preocupa, otra oportunidad se presentará y seré más cuidadosa, en todo sentido. El problema aquí es mis niños, mis alumnos, lo más importante de toda institución educativa.

Es aquí donde me pregunto ¿es esa la mejor solución? Cuando un grupo de niños con habilidades especiales se acostumbran e identifican con una tutora, cuando estos niños muestran grandes avances académicos (reflejados en sus libretas) y sociales (demostrados en las actuaciones), ¿se puede permitir un cambio de tutora? es bien sabido que la tutora es la segunda madre, entonces ¿está bien cambiarla por dos quejas? considerando que, especialmente, estos niños necesitan un entorno estable, ¿no sería mejor capacitar a la tutora, organizar reuniones con los padres afectados, tener una sesión con la psicóloga?  

Probablemente ahora estén con una docente especializada y avancen mucho más de lo que han avanzado conmigo, entregar el corazón no basta si no se tienen estudios, pero seguiré preocupándome por ellos, por unos más que otros, porque no quisiera enterarme que retrocedieron, sin embargo, en el fondo sé que no será así porque los niños más pequeños son los que más rápido se recuperan.

domingo, 12 de julio de 2015

Carta a un antiguo amor

Si nunca te dije lo que leerás en estas líneas es porque nunca fui lo suficientemente valiente para hacerlo, la verdad es que no lo quise porque la pasábamos tan bien juntos que no quería discutir contigo, era tan raro verte feliz que no quería terminar llorando, solo quería atesorar cada buen momento contigo. 

Y sí, es que es algo fuerte, aquí y ahora te abriré los ojos, porque ha pasado tanto tiempo que, aunque no importe tanto, considero justo y necesario dejarlo claro, para que no cometamos los mismos errores en el futuro. Así que, sin más preambulo, he aquí la verdad: tú no me amaste.

Sé que se lee dramático, pero quítate esa idea de la cabeza y analicemos juntos la situación. Yo te amaba. Cuando estuve mal, al borde del quiebre total, cuando no veía más que sombras y oscuridad, cuando estuve por rendirme, tú estuviste ahí para mí, acompañándome y dándome fuerza para salir adelante, y yo que te amaba tanto, te admiraba, quería ser como tú, estar feliz con mi carrera, trabajar, pasar tiempo con mis amigos, tú me inspiraste a ser todo eso y a salir del hoyo negro en el que me encontraba. 

Porque yo quería ser más para ti, quería ser la pareja que tú merecías y devolverte todo o más de lo que tú me dabas, quería que sintieras por mí el mismo orgullo que sentía yo por ti, quería que me miraras y pensaras "gracias Dios por mandarme a esta mujer" así como yo agradecía las pocas veces que oraba, quería ser para ti todo lo que tú significabas para mí.

Entonces, cuando la moneda cambió y fuiste tú el que cayó, encontré mí oportunidad para devolverte todo el apoyo, el esmero y el cuidado, pero no lo aceptaste, no me dejaste inspirarte a mejorar, no me dejaste mostrarte todo lo que te perdías, si no, por el contrario, querías jalarme contigo, meterme en tu hoyo y vivir ahí -eso no es amor-. 

Ahí estuvo mi error, porque en mi desesperación de sacarte de la negrura en la que morabas, probé mil formas de mostrarte tu error e investigué mil soluciones para ti, guardando la esperanza que levantaras la cabeza y me dijeras "lo haré por nosotros", pero no fue así, quizás porque no veías en mí la inspiración y la fuerza que tú me diste en un momento para querer mejorar -eso no es amor.

Pensé que yo no era suficiente, pensé que estaba haciendo mal las cosas.. y fueron tantos los pensamientos atravesados en mi mente hasta que di con la respuesta: tú no me amabas. El amor inspira, el amor levanta, el amor guía ciegamente. Y yo no lograba esas reacciones en ti. No había problema de por medio, solo éramos dos personas donde una amaba y la otra estaba enamorada. Entonces dejé de amar.

Pero, dejo aquí constancia de ello, no me alejé porque tú me lo pediste y pensé que quizás sí me amabas pero estabas tan mal que no podías verlo. Grave error. Lo entendí después. Y quiero dejar constancia también que, a pesar que ya no te amaba, seguía viva la esperanza que te dieras cuenta lo que sucedía, que comenzaras a amarme y me reconquistaras. 

Porque, hasta hoy, mi corazón no se ha cerrado para ti, tiene una puerta abierta y la otra esperándote, pero hoy me alejo. Y sé, firmemente, que sí estuviste enamorado de mí y que cuando salgas de tu hoyo-morada, podría conquistarte de nuevo, podrías enamorarte y podríamos comenzar a amarnos juntos. Espero tu decisión.

miércoles, 25 de febrero de 2015

¿Y si te amo?

Conozco a este chico hace cerca de seis años y, cuando lo vi, recuerdo que rogué por que no se sentara a mi costado, sin embargo, a él fue al primero a quien intenté pedir ayuda... y al día siguiente no quería que me hablara.

Con él todo sucedió muy rápido; no entre nosotros, sino dentro mío. De un momento a otro sentí la necesidad de demostrarle que sí habían personas que lo querían y que se preocupaban por él (yo). Comencé a seguirlo, me escapaba de clases con él y, de pronto, un día no quería acercármele. Así soy yo.

Y él aprendió a lidiar con todo lo que yo significo. Y yo me enamoré.

El día que se lo dije -aunque recién llevábamos un par de semanas de enamorados-, estábamos en la biblioteca, yo tenía fiebre y estaba quedándome dormida cuando le pregunté "¿me amas?" No vi su reacción pero sentí que contuvo el aire y luego respondió "sí, Adri, te amo", entonces yo le dije "que bueno porque te amo".

Contar nuestra historia juntos tomaría bastante espacio y se parece un poco a una novela porque -no miento- hemos pasado por muchísimos problemas que me hicieron dudar, incluso estuvimos más de seis meses separados y luego un año más, pero ahí estamos, avanzando contra todo pronóstico, a nuestra propia sorpresa.

Ha sido, es y sé que será dificil pero hay amor de por medio, hay química y hay respeto, tres ingredientes que -en mi corta experiencia- considero sumamente importantes para mantener saludable una relación. También hay lágrimas, sacrificio y, a veces, soledad. Porque no es perfecto.

Pero sé que lo amo. Porque con él soy yo, porque él me levanta cuando me caigo y me empuja cuando me detengo, porque siempre está pendiente de mí. Pero lo amo más porque solo por él dejo de lado mis caprichos, porque lo empujo todo el tiempo para que avance, porque necesito verlo feliz para estar tranquila.

Él revolucionó mi ser y lo llevó a un punto donde no imaginé llegar, pensar de verdad en las palabras "matrimonio" e "hijos", aunque sienta pánico y las pronuncie con mucho respeto porque jamás estuvieron en mi plan de vida, ese que pasó de ser un unipersonal a tener entrada para dos.

Cambió mi forma de pensar y mi enfoque y yo cambie los suyos. Cambiamos nuestra forma de ver el futuro y de manejar el presente. Cambiamos las relaciones con nuestras familias y los amigos. Cambiamos a cada rato para intentar adecuarnos a cada situación nueva juntos.

Para mí, eso es el amor.

domingo, 22 de febrero de 2015

Familia

Hay familias que, a pesar de los años, se mantienen intactas, como si el tiempo no las tocara. De esas familias que comienzan en la casa de la abuela, con los muebles antiguos, la música infantil, los villancicos... Esas familias que, al volver de visita, no generan nostalgia sino que producen la sensación de volver a la niñez... ¡Ah que familias!

Un ejemplo perfecto es mi tía "negra", voy a visitarla cada cierto tiempo y retrocedo en los años, desde la fachada de su casa, que no ha cambiado de color creo que desde que fue construida, hasta la pequeña mesa donde almorzamos, la misma entrada, el mismo plato de fondo, la misma gaseosa. Luego, llegan los primos, no se bien cómo o porqué siempre hay niños pequeños en esa casa, no recuerdo tener tantos tíos. Hoy vi un video de una "matiné" en su casa, me sacó una sonrisa ver nuevamente la mesa, la gelatina, la inca cola, la música de los 90's.

En mi casa, la tradición se celebra hoy, como cada domingo, vienen mis tíos, mis primos, ponemos una mesita armable en el cuarto de mi abuelita, mi mami prepara emoliente, mi tío trae el pan de molde y las aceitunas cortadas a la mitad, prenden la tv en el canal 4 y comen mientras cuentan sus anécdotas de la semana, rajan de situaciones o recuerdan eventos graciosos. 

Me gustan esas familias, esas que -como la mía- se reúnen para celebrar (no llorar) a sus fallecidos, porque se les debe recordar con sonrisas en el rostro; para brindar por el último sobrino en ingresar a la universidad o en egresar; para hacer una "comilona" porque el más viejo de los tíos consiguió trabajo; o para presionar, entre risas y bromas, al próximo matrimonio. 

Me gustan esas familias, como la mía, que bien podrían definirse como matriarcales, pero donde realmente manda el hijo mayor. Esas familias que mezclan formas de entender el mundo, desde la generación de mi abuelita, llena de tabúes y formas, hasta la mía, donde todo es cuestionable. Pero coexisten y lo hacen bien, como debe hacerse, pasando las tradiciones, los conocimientos, las historias familiares y los secretos irrevelables. Esas familias que no se pierden en el tiempo. Esas familias que perduran. 

Les presento a mi familia.




viernes, 20 de febrero de 2015

Recuperar

He cometido errores muchas veces, muchísimas, y he sentido ese revoltijo en el estómago cuando sé que hice algo indebido o que malogré irremediablemente algo. He dejado estudios y proyectos a medias, he dejado personas en el camino. He llorado, me he sentido deprimida y he escrito mucho para desahogarme. Pero de todas aquellas mala experiencias, en las que decía haber aprendido algo, de todas me sentía bien, nunca me había sentido arrepentida y el sacrificio de dejar algo atrás siempre traía la esperanza de la venida de algo mejor.

Pero una vez perdí algo que amaba con todas mis fuerzas, algo que era mi sonrisa, mi motivación y mi fuerza, algo que me hizo descubrirme como persona. Perdí un elenco. 

El elenco de teatro de La Punta fue mi vida entera casi cuatro años, todos los sábados y domingos los pasaba en el teatro en clases o ensayando alguna obra. Claro, tenía deficiencias como todo grupo y muchas veces estábamos en contra de las decisiones del director, otras tantas seguíamos sus locuras, otras a municipalidad cancelaba nuestros planes, pero eso no importaba, éramos amigos haciendo lo que nos gustaba más, actuar. Para mí, eso era perfecto. En el 2006, el entonces alcalde decidió quitar el taller. Me lo quitó. Lo perdí. Y lloré.

Desde ahí, comenzó una larga e implacable búsqueda de algún elenco o taller que me produjera la misma sensación de familia que sentí por todo ese tiempo. Pasé por varios talleres, de 3 meses cada uno, parecía yo un saltamontes. Es que si no me llenaba, terminaba por aburrirme o por sentir que me estacaba y me iba.

Debo admitir que en el proceso, conocí muchísima gente talentosa, creativa, amable, colaboradora. Aprendí distintas formas de enfocar el teatro e interpreté variados personajes. Pero nada me satisfacía.

Hasta que apareció, sin ser buscado, en una etiqueta en facebook, EL taller. Fui a ver una clase y esa misma noche me matriculé. Y LO ENCONTRÉ. La familiaridad, la amistad, el aprendizaje, la entrega y la retroalimentación, los montajes, los ensayos, los debates, los errores y los aciertos, era perfecto todo, desde el aprendizaje a la competencia por los papeles y la calificación final. Cada día ahí era un reto actoral, era olvidar mis problemas, era oxigenarme de vida, de teatro... y lo perdí.

Y, esta vez, fue culpa mía. Y lloré.

Desde ahí, aunque intenté encontrar otro elenco, no pude. Sentí que había perdido dos veces aquello que tanto amo. Sentí que Dios me regaló otro elenco para mí, por el esfuerzo puesto en la búsqueda y que yo no pude cuidarlo, y lo perdí. Meses después, dejé de buscar. Ese sería mi castigo por imprudente. 

Pero el amor se hace presente y quema mi pecho con fuerza, recordando que si no se alimenta, como la flor, se marchita. El amor pide, solloza, exige que se le atienda. Hace más de un año que no piso el escenario y lo extraño "como mierda", muchísisisimo, casi desesperadamente. 

Pero, ¿cómo recuperar ese elenco que tanto bien me hizo si ya quedó destrozado? y buscar otro sería como hincar con distintas agujas la misma herida, en vez de ponerle un curita. Entonces, ¿qué hago?.