Debo admitir que sí me molestó ser despedida (y eso que trabajaré hasta fin de mes), al principio pensé que era de orgullosa, ya que yo siempre renunciaba, a mí no me despedían; luego comencé a cuestionarme si soy o no buena para lo que hago; pasé por una catarsis y llegué a la conclusión que aún me falta mucho por aprender y ese colegio no tiene padres dispuestos a enseñar.
La salida más rápida a la falta inesperada de trabajo, siempre es volver a lo anterior o a lo que se sabe hacer bien... y yo soy buena en mi carrera, encontraría trabajo muy rápido, conozco la "cancha", aprendo con facilidad y, aunque no soy una persona social, sé que podría adaptarme a cualquier área de relaciones públicas, imagen empresarial o comunicaciones en general.
Pero no quiero... he ahí el punto de quiebre en todo esto, no quiero trabajar en otro rubro, desde que volví a eneñar, no quiero imaginarme haciendo algo distinto, porque es lo mío, es donde a pesar de los problemas y las presiones logro sentirme cómoda y me reto a mí misma, es ahí, en los colegios, donde me esfuero de verdad y donde trabajar significa algo más que ganar dinero.
"El trabajo dignifica a la persona"... Había escuchado tantísimas veces esa frase dentro de mi etapa formativa, pero no fue hasta que ingresé a trabajar al colegio que cobró sentido real y es ahí donde ya no siento celos de la pasión con que hablan mis amigos de sus carreras; con la única diferencia que yo no estudié educación y eso lo complica todo... no me parece justo, pero así es.
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