Hace unos días conversaba con un buen amigo al que conozco hace bastantes años -cuyo nombre no mencionaré únicamente por no venir al caso-, y decidimos ponernos al día sobre nuestras vidas, como lo hacen todos. La conversación transcurrió sin problemas hasta que me preguntó: "Lo tuyo con el arte va en serio, ¿no?".
En ese momento comprendí que no imagino mi vida de otro modo más que haciendo arte, actuando, escribiendo, dirigiendo; yendo a ver obras, exposiciones de pinturas, museos, festivales, ballets, óperas, conciertos... porque ese es el estilo de vida que quiero para mí, que necesito para mí.
Cuando tenía 12 conocí el teatro en un intento de escapar de los talleres extracurriculares deportivos -que en el colegio abundan-, intentando escapar de las manualidades y el origami porque, a pesar que me gustaban, sabía que no era lo mío, sobretodo si me interesaba llevarme bien con los profesores para que me consideren en sus cursos curriculares. Mi primer ejercicio fue vender unos plumones que derramaban tinta, recuerdo que estaba muy nerviosa pero pude hacerlo, conseguí el personaje principal de la obra que vino y me quedé ahí todo el año. A los 15, descubrí su importancia social al entrar al taller municipal de teatro que tenía mi distrito, conocí muchas personas buenas e interesantes -mis amigos del colegio también lo eran, pero con ellos no tenía muchos temas de conversación- este grupo duró 3 años, los mejores de mi adolescencia, aprendí toda la base de la actuación. A los 16 lo tomé por carrera, lo que llevó a dos largos y tediosos años de discusiones con mi familia, porque ellos querían -o quieren- que estudiara una carrera que me permita sostenerme por mí misma, yo no considero que el arte no pueda cumplir dicha función; a mi parecer Lima, si no el Perú, está progresando mucho en cuanto a cultura teatral se refiere, pero esa es otra historia. Y estudios superiores. Cuando llegué solo me importaba aprobar los cursos y hacer amigos -las cosas no han cambiado mucho desde entonces- pero, en el camino, la universidad me enseñó mucho más, porque me dio la oportunidad de conocer personas APASIONADAS que trabajan para pagarse su carrera y que estudian de noche para poder seguir trabajando, personas comprometidas a lograr el título que ansían y a trabajar para el Perú y para ellos mismos haciendo lo que aman. Me produjo envidia. Yo quisiera también estar así...
Entonces surgió la pregunta ¿por qué ellos sí pueden y yo no?, ¿acaso no estoy lo suficientemente enamorada de teatro como para tener el derecho de llevarlo por carrera?, ¿o me falta valentía para tirar la universidad al tacho y postular a la ENSAD?
Conocí a un muchacho que se escapaba en las noches para hacer música con su banda en donde sea que los llamaran; conocí a otro que dejó de ver a su propia familia para hacer grandes pinturas en el piso; conocí a una chica a quién no le importó ser la mayor de su clase porque solo necesita escribir; conocí a un chico que aprovechaba la hora del receso para jalar un banco y tocarnos sus melodías en su guitarra; conocí a una chica que no le importó salir en pequeñeces sin rating pero que ahora está en una de las mejores series peruanas. Esas son personas con pasión en su sangre, con decisión y garra, que toman el "statu quo" y lo doblan a su favor; pero siguen estudiando una carrera soporte como yo. ¿Así deben hacerse las cosas?