He cometido errores muchas veces, muchísimas, y he sentido ese revoltijo en el estómago cuando sé que hice algo indebido o que malogré irremediablemente algo. He dejado estudios y proyectos a medias, he dejado personas en el camino. He llorado, me he sentido deprimida y he escrito mucho para desahogarme. Pero de todas aquellas mala experiencias, en las que decía haber aprendido algo, de todas me sentía bien, nunca me había sentido arrepentida y el sacrificio de dejar algo atrás siempre traía la esperanza de la venida de algo mejor.
Pero una vez perdí algo que amaba con todas mis fuerzas, algo que era mi sonrisa, mi motivación y mi fuerza, algo que me hizo descubrirme como persona. Perdí un elenco.
El elenco de teatro de La Punta fue mi vida entera casi cuatro años, todos los sábados y domingos los pasaba en el teatro en clases o ensayando alguna obra. Claro, tenía deficiencias como todo grupo y muchas veces estábamos en contra de las decisiones del director, otras tantas seguíamos sus locuras, otras a municipalidad cancelaba nuestros planes, pero eso no importaba, éramos amigos haciendo lo que nos gustaba más, actuar. Para mí, eso era perfecto. En el 2006, el entonces alcalde decidió quitar el taller. Me lo quitó. Lo perdí. Y lloré.
Desde ahí, comenzó una larga e implacable búsqueda de algún elenco o taller que me produjera la misma sensación de familia que sentí por todo ese tiempo. Pasé por varios talleres, de 3 meses cada uno, parecía yo un saltamontes. Es que si no me llenaba, terminaba por aburrirme o por sentir que me estacaba y me iba.
Debo admitir que en el proceso, conocí muchísima gente talentosa, creativa, amable, colaboradora. Aprendí distintas formas de enfocar el teatro e interpreté variados personajes. Pero nada me satisfacía.
Hasta que apareció, sin ser buscado, en una etiqueta en facebook, EL taller. Fui a ver una clase y esa misma noche me matriculé. Y LO ENCONTRÉ. La familiaridad, la amistad, el aprendizaje, la entrega y la retroalimentación, los montajes, los ensayos, los debates, los errores y los aciertos, era perfecto todo, desde el aprendizaje a la competencia por los papeles y la calificación final. Cada día ahí era un reto actoral, era olvidar mis problemas, era oxigenarme de vida, de teatro... y lo perdí.
Y, esta vez, fue culpa mía. Y lloré.
Desde ahí, aunque intenté encontrar otro elenco, no pude. Sentí que había perdido dos veces aquello que tanto amo. Sentí que Dios me regaló otro elenco para mí, por el esfuerzo puesto en la búsqueda y que yo no pude cuidarlo, y lo perdí. Meses después, dejé de buscar. Ese sería mi castigo por imprudente.
Pero el amor se hace presente y quema mi pecho con fuerza, recordando que si no se alimenta, como la flor, se marchita. El amor pide, solloza, exige que se le atienda. Hace más de un año que no piso el escenario y lo extraño "como mierda", muchísisisimo, casi desesperadamente.
Pero, ¿cómo recuperar ese elenco que tanto bien me hizo si ya quedó destrozado? y buscar otro sería como hincar con distintas agujas la misma herida, en vez de ponerle un curita. Entonces, ¿qué hago?.
"Maestra vida, camaraa, te da y te quita, te quita y te da"
ResponderEliminarLa vida es así Adri. Si uno hiciera un balance de lo que perdió contra lo que ganó, evidentemente que lo primero inclinaría la balanza contra lo segundo. Es más, hace un mes perdí una oportunidad de clases en un instituto superior y hasta hoy me pesa.
Es cierto que lo perdí por honesto, por decirles que tenía una pequeña limitación en cuanto a la currícula, pero fue también porque no me supieron indicar que era lo que querían.
¿Llorar sobre la leche derramada? A mis años no puedo darme ese lujo.
Y tú tampoco.
El cometer errores, el caerse mientras se aprende a caminar, el decir una cosa pensando decir otra, es parte del proceso de maduración. Eres joven, mi primera obra dirigida fue a los veintiuno y hoy me parece un tremendo budín, pero lo superé y trato de hacer eso siempre.
Te lo dije una vez, lástima que vivamos tan separados porque me hubiera gustado trabajar con tu grupo, claro que podría hacerse en horario mas temprano para que nadie llegue a su casa tarde, pero eso también es difícil, el tiempo lo dirá.
No desesperes, las cosas buenas tardan en llegar, no siempre todo está perdido, trata de recuperar a tu elenco, puedes empezar con dos, luego aumentas a tres y así poco a poco. Considera que está de moda hacer un programa de dos o tres obras cortas y corto reparto. Yo lo hice el año pasado con el Real Club de Lima, tres obritas de dos personajes, la idea no es nueva, aunque Ismael La Rosa y su teatro en containers nos intente hacer creer que es así. ¿Perdiste un elenco? Recupéralo, ¿perdiste una sala?, recupérala, dices que el alcalde es tu amigo, conversa con él, es más, hasta puedes hablar con la directora del colegio donde trabajas y ambas saldrían ganando con funciones para público reducido. El asunto es simple:
NO TE RINDAS.