Lo más complicado de la vida no es vivirla, es hacerlo bien. Los seres humanos tenemos, gracias a un antiguo estudio, una pirámide de necesidades a la que llamamos la pirámide de necesidades de Maslow, la cual consta de 5 niveles que van desde la base de necesidades básicas como alimentación, techo, vestido hasta la punta de auto realización. Todas estas implican una serie de esfuerzos de uno mismo, de la familia, las amistades y la comunidad. Esfuerzos tanto económicos, sociales, intelectuales e interpersonales que trabajan en conjunto para solucionar no uno sino todos los pisos de esta pirámide, uno por uno o al mismo tiempo.
La mayoría de personas que conozco enfrentan las necesidades como metas por cumplir, lo que supongo les genera el impulso para seguir cuando sienten que fallaron. Si fuera tan simple como eso, existiría una fórmula mágica para que todos lograrán lo que esperan, sin embargo, la vida misma se encarga de volver complejo el camino poniendo traba tras traba mientras uno busca la tranquilidad, como piedras que van apareciendo en la carretera. Una vez mi catequista me dijo: Dios da a sus más fuerte guerreros las batallas más complicadas.
Yo nunca me considere una guerrera. Para mi, la vida siempre fue simple: vivo en un distrito con un porcentaje de delincuencia menor al 10%, con un índice de contaminación muy bajo, el colegio me quedaba a 3 cuadras, los talleres municipales eran baratos y jamás me falto nada. Mis únicas dolencias siempre han sido amorosas - aunque, en una época, no supiera bien de que se trata el amor -, un par de peleas con mi madre y algún chisme mal intencionado de una compañera. Todo muy "ligth".
Estos dos o tres últimos años podría decir - no se sí por madurez - que mi vida comenzó a dar vueltas drásticamente, aprendí a trabajar para mantener mis gustos, a racionar mi dinero, aprendí de precios, presupuestos, préstamos e intereses. Y comencé a ver el día a día de otro modo. Mis metas dejaron de ser aguantar cierta cantidad de alcohol o sacar el Facebook de muchos chicos, para pasar a proyectar me a futuro. Pesar en lo que cuesta la universidad presiona para no desaprobar ni un curso, pensar en la segunda carrera presiona para trabajar más arduo, pensar en la independencia, los viajes, el ingles, los hijos o las mascotas presiona a buscar más tiempo... Pensar en todo lo que presiona, lleva a buscar tiempo libre y actividades de relajación. Y esta bien.
Puede que se vea como mucho o poco pero todo es afrontable, o al menos para mi así funciona, gracias a que me apoyo en el otro. Cuando quise escaparme de mi casa, dos amigos se pusieron en personaje de padres y me "roncaron", cuando pensé dejar el teatro apareció Jesus Delaveux para darme un nuevo empujón; tras cada tristeza amorosa estaban mis mejores amigas, tras cada etapa depresiva, tras cada desilusión... Siempre hubo alguien que me "carajeo" (perdonaran ustedes el término pero no encontré palabra que lo expresara mejor) y me presto fuerza para comenzar, para volverme más terca ante los problemas, para buscar un plan B o uno Z. Y así, me convertí, yo también, en una guerrera. Excepto el miércoles pasado. Ese día me rendí.
Nunca he sido una chica de relaciones largas y menos estables, el compromiso siempre me genero pánico, no tiene sentido alguno, a mi parecer, pues mis padres tienen una buena relación y somos una familia funcional, pero es así. Y apareció el, que se volvió mi mayor apoyo, mi fuerza para levantarme y mi empuje para seguir... Los problemas siempre estuvieron ahí y, a veces de la peor manera, siempre encontramos la solución. Pero no ese miércoles.
La vida tiene su propio equilibrio y maneras de funcionar: cuando una arista va bien, la otra debe fallar. Entre nosotros dos, la parte interna de la relacion, todo iba bien... Por lo tanto, debía fallar la parte externa, en pro de mantener el equilibrio. No lo buscamos así, intentamos todos los caminos posibles pero no funciono. Y, por primera vez, me rendí... La decisión más difícil para esta guerrera... Pero el amor también tiene formas extrañas de actuar... Y confiaré.
Yo nunca me considere una guerrera. Para mi, la vida siempre fue simple: vivo en un distrito con un porcentaje de delincuencia menor al 10%, con un índice de contaminación muy bajo, el colegio me quedaba a 3 cuadras, los talleres municipales eran baratos y jamás me falto nada. Mis únicas dolencias siempre han sido amorosas - aunque, en una época, no supiera bien de que se trata el amor -, un par de peleas con mi madre y algún chisme mal intencionado de una compañera. Todo muy "ligth".
Estos dos o tres últimos años podría decir - no se sí por madurez - que mi vida comenzó a dar vueltas drásticamente, aprendí a trabajar para mantener mis gustos, a racionar mi dinero, aprendí de precios, presupuestos, préstamos e intereses. Y comencé a ver el día a día de otro modo. Mis metas dejaron de ser aguantar cierta cantidad de alcohol o sacar el Facebook de muchos chicos, para pasar a proyectar me a futuro. Pesar en lo que cuesta la universidad presiona para no desaprobar ni un curso, pensar en la segunda carrera presiona para trabajar más arduo, pensar en la independencia, los viajes, el ingles, los hijos o las mascotas presiona a buscar más tiempo... Pensar en todo lo que presiona, lleva a buscar tiempo libre y actividades de relajación. Y esta bien.
Puede que se vea como mucho o poco pero todo es afrontable, o al menos para mi así funciona, gracias a que me apoyo en el otro. Cuando quise escaparme de mi casa, dos amigos se pusieron en personaje de padres y me "roncaron", cuando pensé dejar el teatro apareció Jesus Delaveux para darme un nuevo empujón; tras cada tristeza amorosa estaban mis mejores amigas, tras cada etapa depresiva, tras cada desilusión... Siempre hubo alguien que me "carajeo" (perdonaran ustedes el término pero no encontré palabra que lo expresara mejor) y me presto fuerza para comenzar, para volverme más terca ante los problemas, para buscar un plan B o uno Z. Y así, me convertí, yo también, en una guerrera. Excepto el miércoles pasado. Ese día me rendí.
Nunca he sido una chica de relaciones largas y menos estables, el compromiso siempre me genero pánico, no tiene sentido alguno, a mi parecer, pues mis padres tienen una buena relación y somos una familia funcional, pero es así. Y apareció el, que se volvió mi mayor apoyo, mi fuerza para levantarme y mi empuje para seguir... Los problemas siempre estuvieron ahí y, a veces de la peor manera, siempre encontramos la solución. Pero no ese miércoles.
La vida tiene su propio equilibrio y maneras de funcionar: cuando una arista va bien, la otra debe fallar. Entre nosotros dos, la parte interna de la relacion, todo iba bien... Por lo tanto, debía fallar la parte externa, en pro de mantener el equilibrio. No lo buscamos así, intentamos todos los caminos posibles pero no funciono. Y, por primera vez, me rendí... La decisión más difícil para esta guerrera... Pero el amor también tiene formas extrañas de actuar... Y confiaré.
¿Rendirse?
ResponderEliminarDigamos que es un break, un intermedio, una pausa, un cerrar el telón para abrirlo en el segundo acto con una escenografia diferente y personajes coprotagónicos diferentes, pero siempre en la misma obra, sin bajarse del escenario por que ¡que diantres! la función debe continuar.
Los reveses son los que nos hacen fuertes y yo digo siempre que si no lo intentas nunca sabrás de lo que fuiste capaz. Lo intentaste y no funcionó.
Lo mejor es cerrar la página, como en un libro de contabilidad, trazar una raya hasta la mitad de la hoja y luego una diagonal hasta el final de la misma para que no haya la tentación de introducir cifras que van a modificar todo.
¿Drástico? Si, pero necesario, las retomas no siempre funcionan y después de varias uno dice: ¡Me hubiera quedado con la primera toma!
Pero la cámara ya no tiene rollo y ni modo.
Eres jóven y estás aprendiendo a vivir, a quienes como yo los años le han machacado el alma y le han enseñado un sin fin de trabas y salidas solo nos queda asimilar una más sin preocuparnos mucho.
Tú no lo hagas, no te tomes a pecho todo y supera, como dijo Sofocleto en la primera parte de un soneto que leí cuando tenía catorce o quince años y que jamás olvidé:
"Oigas lo que oigas permanece mudo
y veas lo que veas a tu paso,
sigue caminando y no hagas caso,
si no quieres quedar como un..."
Adri, sabes lo que siento por ti y esa es una pequeña lluviecita en tu vida, no un chubasco.
¡Saca tu trapeador y borra toda huella!
Es lo mas sano.